Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipi Suspend isse ultrices hendrerit nunc vitae vel a sodales. Ac lectus vel risus suscipit venenatis.

Amazing home presentations Creating and building brands

Projects Gallery

Unidos contra el dolor

Uno de cada seis españoles sufre de dolor crónico, según estiman los últimos estudios realizados al respecto. Esto supone que un 17% de la población, seis millones de españoles en términos absolutos, se ve afectada por una enfermedad que no se adscribe a ninguna especialidad médica y que, por tanto, suele asumir la atención primaria. «Los pacientes con dolor crónico deambulan entre el médico de cabecera y diferentes especialistas hasta que llegan a la unidad del dolor, donde se les proporciona un diagnóstico y un tratamiento adecuados. Este proceso, que suele ser muy largo, incrementa el sufrimiento del enfermo y el coste económico para el sistema nacional de salud», explica José Miguel Esparza Miñana, especialista en tratamiento del dolor y cofundador de la unidad de dolor UDO Valencia.

Alrededor del 75% de las consultas del médico de Familia tienen relación con el dolor, destaca Esparza. Según datos de la Asociación Española del Dolor (SED), la Atención Primaria soporta la mayor parte de la carga de pacientes con dolor crónico. En concreto, el 83% de los pacientes con esta enfermedad se atiende en este nivel asistencial. Y el dato más llamativo dice que el dolor no está bien tratado en el 40% de los pacientes.

El problema radica en que «no hay un plan nacional sobre el dolor; solo hay planes en algunas autonomías. De la misma forma que existe una estrategia de cuidados paliativos en todo el territorio, se debería implantar un plan sobre el dolor crónico no oncológico. Además, no hay una titulación concreta sobre esta materia, están empezando a surgir ahora titulaciones de posgrado sobre el dolor, pero falta mucho camino por recorrer en cuanto a formación y estrategia», asegura el médico valenciano.

El envejecimiento ha elevado el dolor a categoría de epidemia

Esto se debe, en parte, a la complejidad para medir y tratar una patología que en cada persona es diferente y, por tanto, se sufre de manera subjetiva. La Asociación Internacional para el Tratamiento del Dolor (IASP) define el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión. No es una mera sensación sino una experiencia que abarca tres esferas: la emocional, la cognitiva y la sensorial. El dolor crónico afecta a la calidad de vida de forma significativa y se asocia a cuadros de ansiedad y depresión. Asimismo, genera importantes desajustes en las familias, en los comportamientos del paciente y en el mercado de trabajo.

«El dolor crónico no se cura pero se puede aliviar. La gente debería de conocer esta realidad. Aquí es donde entran en juego las unidades de dolor. También debería existir un mejor comunicación entre los diferentes niveles asistenciales», señala Esparza. «El dolor es un problema de salud pública con características epidémicas», sentencia.

¿Epidemia?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera epidemia a la aparición de un número de casos de una enfermedad determinada en cifras superiores a las esperadas en un momento y en una población dada. En el caso del dolor en Europa, se estima una prevalencia de 80 millones de personas en 2010. El equipo del dolor Breivik publicaba un informe realizado en 16 países europeos. Los resultados de ‘Survey of ChronicPain in Europe’ concluyen que el 19% de la población adulta europea sufre alguna forma de dolor incapacitante.

«Por una parte, el envejecimiento de la población en el continente europeo ha contribuido a que las enfermedades de larga duración, incluyendo el dolor crónico, hayan adquirido un protagonismo hasta ahora desconocido. Por otra, asistimos a la aparición de nuevas condiciones clínicas caracterizadas tan solo por una sintomatología subjetiva. La creación de unidades de dolor y de especialidades médicas relacionadas con dolores de naturaleza inespecífica no se produce, sin embargo, sin fricciones ni resistencias. Antes al contrario, la posición ante el dolor de los demás ha sido, y sigue siendo, un problema de naturaleza política, que demanda una reflexión colectiva y una clarificación académica», explica Javier Moscoso, profesor de Historia y Filosofía de las Ciencias en el Instituto de Filosofía del CSIC y autor del libro ‘Historia cultural del dolor’.

A pesar de disponer de las herramientas adecuadas para el diagnóstico y tratamiento del dolor, según el doctor Esparza, la mayoría de estudios reflejan una gestión inadecuada del dolor, tanto en España como en países con modelos sanitarios avanzados.

Los costes económicos

Este desequilibrio genera una serie de costes directos e indirectos. «La magnitud de los costes indirectos, bien en bajas laborales o en pérdidas de productividad, supera con creces a los costes directos ocasionados por el dolor, lo que sugiere que una mejora de la eficacia de la gestión del dolor podría cosechar grandes recompensas económicas», argumenta Antonio Torralba, presidente de la Coordinadora Nacional de Artritis (Conartritis) en el artículo ‘Situación actual del dolor crónico en España: iniciativa PainProposal’.

La plataforma PainProposal, avalada por la Federación Europea de la Asociación Internacional del Estudio del Dolor (EFIC) y la Federación Europea de Asociaciones Neurológicas (EFNA), ha elaborado un estudio con el objetivo de crear un documento de consenso que estableciera unas directrices básicas para un abordaje global del dolor crónico a nivel europeo y nacional que ayuden a reducir su impacto.

«Los europeos con dolor crónico encuestados en el PainProposal consideran que su dolor afectaba de forma negativa a su capacidad para trabajar durante más del 28% de su jornada laboral. El 21% manifestaron sentirse incapaces de trabajar, y entre aquellos que sí lo eran, el 61% declaró que su estatus laboral se había visto afectado por su enfermedad», señala Torralba. El Instituto de Estudios Fiscales pone de manifiesto que el dolor crónico por incapacidad temporal genera un coste de 2.500 millones de euros al año. Por este tipo de dolor se pierden 52 millones de jornadas laborales al año y ocasiona un gasto de 18.577 millones de euros de pérdida laboral por incapacidad permanente.

A pesar del escenario, José Miguel Esparza es optimista. «En los últimos diez años se ha avanzado mucho. Antiguamente las unidades de dolor eran puramente asistenciales, y escasamente especializadas, se dedicaban únicamente a intentar tratar el dolor mediante la prescripción de fármacos, en ocasiones opioides, con el problema de adicción que eso podía suponer. En la actualidad, las unidades del dolor se han superespecializado y son dirigidas mayoritariamente por médicos especialistas en anestesiología».

A día de hoy esta especialidad incluye muchas áreas de actuación. El especialista en anestesiología es el médico mejor formado en el tratamiento del dolor en sus múltiples vertientes: durante el parto, analgesia epidural; en los primeros días del postoperatorio, unidad del dolor agudo; y en el control del dolor crónico, unidad del dolor. Esto se debe a los conocimientos que este especialista tiene en anatomía, fisiología y farmacología.

Gracias a todos estos conocimientos, se han desarrollado técnicas intervencionistas muy precisas que, con la ayuda de la ecografía o la radioscopia, permiten actuar directamente sobre el foco del dolor. «Estas técnicas invasivas no deberían considerarse como un último escalón de tratamiento del dolor sino que deberían plantearse al mismo tiempo que las terapias farmacológicas y no en el momento de su fracaso», resalta Esparza.

Artículo publicado originalmente en el diario Las Provincias, el 23 de enero de 2018.

Comment: 1

Sorry, the comment form is closed at this time.