
Dolor y calor: qué dice la ciencia sobre cómo afecta el clima al cuerpo
Muchas personas sienten que su dolor cambia con la llegada del verano. Y es que la relación entre dolor y calor despierta cada año dudas entre quienes sufren enfermedades crónicas o musculoesqueléticas. Algunas notan alivio, otras todo lo contrario. ¿Tiene base científica esta percepción? En este artículo, desde UDO exploramos lo que dice la investigación sobre la relación entre el clima y el dolor.
¿El calor afecta al dolor? Qué dicen los estudios
En consulta lo escuchamos a menudo: “Me duele más cuando cambia el tiempo”. La creencia de que el clima influye en el dolor es muy común, sobre todo entre personas con artritis, fibromialgia o dolores musculoesqueléticos. Pero ¿hay evidencias científicas que lo confirmen?
La mayoría de estudios han encontrado que sí puede haber una relación entre las condiciones climáticas y el dolor, pero los efectos suelen ser leves y variables entre personas. No se puede afirmar que el calor o la humedad causen dolor directamente, pero sí que pueden modificar cómo lo percibimos.
¿Hay pruebas científicas de que el clima influya?
Sí, aunque con matices. Revisiones científicas recientes muestran que variables como la humedad, la temperatura o la presión atmosférica pueden influir ligeramente en el dolor. Por ejemplo, un aumento de la humedad podría hacer que ciertas personas noten más molestias articulares, mientras que otras mejoran con temperaturas altas.
Sin embargo, estos efectos son pequeños: en la mayoría de los casos, no suponen un cambio clínicamente relevante. La ciencia no ha podido establecer una relación directa y consistente que explique el dolor solo a partir del clima.
Clima y dolor: ¿qué factores pueden influir?
Veamos algunas de las variables más estudiadas:
- Humedad relativa: puede aumentar la rigidez y molestias articulares, aunque su efecto es leve.
- Temperatura: el calor puede relajar la musculatura y mejorar la circulación, pero en exceso también puede empeorar ciertas condiciones como migrañas o inflamaciones.
- Presión atmosférica: algunas personas con enfermedades reumáticas o crónicas son sensibles a los cambios de presión, aunque no se da en todos los casos.
- Exposición al sol: puede tener efectos positivos indirectos, como mejorar el estado de ánimo o favorecer el descanso, lo cual también influye en el dolor.
Entonces… ¿por qué parece que duele más?
El dolor es una experiencia compleja. En verano cambian muchas cosas más allá del clima: alteramos rutinas, dormimos diferente, viajamos, hacemos más o menos ejercicio, nos exponemos más al sol, comemos distinto…
Todos estos cambios tienen un impacto real en el organismo. Por ejemplo:
- El mal descanso puede aumentar la percepción del dolor.
- La deshidratación puede afectar a músculos y articulaciones.
- Los cambios de postura al dormir fuera de casa o viajar en coche durante horas pueden generar molestias nuevas.
Por tanto, es normal que el cuerpo “note” el verano de distintas maneras.
Gota y verano: una relación clara
Una excepción importante es la gota. En esta enfermedad, la deshidratación y el calor sí pueden aumentar los brotes. Cuando el cuerpo pierde más líquido, sube el nivel de ácido úrico en sangre, lo que puede desencadenar episodios dolorosos, sobre todo en personas predispuestas.
Por eso, es especialmente importante:
- Beber agua con frecuencia, incluso sin tener sed.
- Evitar el consumo excesivo de alcohol, mariscos o carnes rojas.
- Consultar con el especialista si aparecen síntomas.
Recomendaciones UDO para el verano
Aunque el clima no sea la causa principal del dolor, sí puede tener un efecto indirecto. Desde la Unidad del Dolor, recomendamos:
- Mantener una buena hidratación. El agua es clave para el equilibrio general del cuerpo.
- Cuidar el descanso. Dormir bien ayuda a regular la percepción del dolor.
- Evitar excesos. Ni sobreesfuerzo físico ni sedentarismo prolongado.
- Observar el cuerpo. Si notas que el dolor varía según el tiempo, regístralo y coméntalo con tu equipo médico.
- No suspender el tratamiento. El verano no es excusa para dejar de cuidarse.
El dolor no siempre cambia por el calor, pero el verano sí puede influir en cómo lo sentimos. La clave está en mantener unos hábitos saludables, adaptar las rutinas con sentido común y seguir en contacto con los profesionales que te acompañan en tu tratamiento.
En UDO estamos aquí para ayudarte también durante los meses de verano. Escuchar al cuerpo, cuidarse y disfrutar son compatibles. Y sí: también en vacaciones.